lunes, 2 de enero de 2012

La Vida Cristiana Victoriosa Capitulo Quince

Por Alan Redpath

La Vida Satisfecha

Josué 13:33

29 También dio Moisés heredad a la media tribu de Manasés; y fue para la media tribu de los hijos de Manasés, conforme a sus familias. 
30 El territorio de ellos fue desde Mahanaim, todo Basán, todo el reino de Og rey de Basán, y todas las aldeas de Jair que están en Basán, sesenta poblaciones, 
31 y la mitad de Galaad, y Astarot y Edrei, ciudades del reino de Og en Basán, para los hijos de Maquir hijo de Manasés, para la mitad de los hijos de Maquir conforme a sus familias. 
32 Esto es lo que Moisés repartió en heredad en los llanos de Moab, al otro lado del Jordán de Jericó, al oriente. 
33 Mas a la tribu de Leví no dio Moisés heredad; Jehová Dios de Israel es la heredad de ellos, como él les había dicho. 
—Josué 13:29–33


El primer versículo del capitulo 13 del libro de Josué comienza con el recordatorio de Jehová a Josué: “Queda aún mucha tierra por poseer.” Hemos visto cuan verdadero es esto para todos nosotros en relación a nuestra experiencia espiritual. Nos recordamos nosotros mismos que la posesión de la tierra por el pueblo de Israel fue por suertes. En otras palabras, Dios determinó el área precisa que cada tribu debía ocupar, y cada una de ellas era responsable de aplicar los principios que habían aprendido en las guerras que libraron todas juntas para tomar posesión de del área que Dios les había dado. Reconocemos que a menudo es porque nos negamos a aceptar nuestra suerte que fracasamos en poseer todo lo que Dios tiene para nosotros en Cristo.

Quiero tomar ese pensamiento y dirigir algunas palabras a aquellos que no están contentos con su suerte. Yo me encuentro con muchas vidas solitarias en estos días. Algunas están solitarias porque se encuentran completamente desilusionadas. Las brillantes esperanzas de sus años mozos han sido destrozadas. Los problemas de salud han plagado su caminar, y parecen ser incapaces de alguna vez ser, o hacer algo bueno para nadie. En esos casos, el matrimonio que comenzó con tantas esperanzas ha probado ser algo desastroso, y ahora se encuentran atónitos entre los escombros de lo que alguna vez fue un hogar. De alguna manera sienten que nunca más podrán volver a ser los mismos. Aun algunos cristianos los ven con sospecha, y el horrendo estigma del divorcio es algo que parece estar mas halla de sus fuerzas para quitárselo. 

Otros están enfrentando la vida sin tener a nadie en casa. Lo que una vez había sido su sueño dorado ha perdido su brillo, y ahora sienten que nadie los quiere. Aun otros han perdido a su esposo o esposa, y han quedado al cuidado de los hijos—completamente solos y aplastados por la responsabilidad. 

Si a través de los años usted ha sido tentado a tener lo que pudiera ser casi un sentir de resentimiento hacia Dios, y se encuentra en peligro de convertirse en alguien amargado y agrio, déjeme decirle que Dios tiene algo que decirle en esta porción de las Escrituras: “Mas a la tribu de Leví no dio Moisés heredad; Jehová Dios de Israel es la heredad de ellos, como él les había dicho.” (Josué 13:33). 

Si usted mira este versículo junto con Deuteronomio 10:8 y 9, podrá entender algo mas de su significado. Allí usted podrá leer, “En aquel tiempo apartó Jehová la tribu de Leví para que llevase el arca del pacto de Jehová, para que estuviese delante de Jehová para servirle, y para bendecir en Su nombre, hasta hoy, por lo cual Leví no tuvo parte ni heredad con sus hermanos; Jehová es su heredad, como Jehová tu Dios le dijo.)” 

Un gran honor le fue otorgado a esta gente, pues fueron llamados a una vida de adoración: Jehová Dios de Israel era su heredad. Ellos Lo poseían—todos Sus recursos, todo Su poder, todas Sus bendiciones vendrían a ellos y a través de ellos a los demás. No debían permitir que ninguna relación personal de menos importancia estorbara a su comunión con Dios. Solo Él era su heredad. Sus intereses debían estar centrados solamente en Él, y Su servicio debía ser llevado acabo sin ninguna distracción en lo absoluto. 

Los levitas fueron llamados, además, a una vida de trabajo. Ellos debían “estar delante del Señor para ministrarle a Él.” Su trabajo estaba en el santuario, y su influencia sobre los demás era la de un intercesor, la influencia más grande de todo el mundo. De igual forma eran llamados a vivir una vida de testimonio. Ellos debían “bendecir en Su nombre.” Debían ser, por así decirlo, un canal con dos causes, canales a través de los cuales el hombre podía acercarse a Dios, y a través de los cuales Dios podía acercarse al hombre. 

Al mandato de Dios, se nos dice en Números 35:2, las otras tribus debían separar cuarenta y ocho ciudades para ser usadas por los levitas. Cuando lo levitas terminaban con el trabajo del santuario, ellos se iban a vivir a esas ciudades. Recién salidos del santuario de Dios, llenos con el gozo de Su servicio y la gloria de Su presencia, ellos traían la influencia santificadora de la presencia del Señor a donde quiera que fueran. En el santuario ellos llevan al hombre a Dios; en la ciudad llevaban a Dios al hombre. Tal era el honor especial concedido a los levitas—una vida de adoración, una vida de trabajo, una vida de testimonio. “Jehová el Dios de Israel, era su heredad.” 

¿Es esta la vida a la que algunos de ustedes han sido llamados? No les ha dado heredad en la tierra; sin embargo Él les ha dado todo, porque Él es su heredad. ¿Puede haber frustración en esa vida? ¿No disipa esto todo resentimiento hacia Dios? ¿No abre esto delante de usted un horizonte sin límites, oportunidades inagotables? ¿No le quita esto ese sentido de soledad, y cambia el dolor de sentirse no querido en una gran emoción al darse cuenta de que Cristo es suyo y usted es de Él? Él lo quiere a usted para Si mismo para el mas grande servicio que existe en este mundo, para entrar al santuario de parte del hombre y para ir a la ciudad de parte de Dios. 

En segundo lugar, la historia que preparó a la tribu de Levi para recibir este honor es de un significado sobresaliente en el Antiguo Testamento. Yo quiero que usted vea que fue lo que los llevó a tener este lugar único y especial dentro de la economía de Dios. En Génesis 34:25–31 se relata que Simeón y Levi, hermanos por nacimiento, participaron en el asesinato de mucha gente y fueron reprendidos por su padre, Jacob, quien les dijo que a causa de esto ellos habían deshonrado su nombre entre los pueblos de la tierra. Aun en su lecho de muerte, Jacob nunca pudo perdonarlos por su crueldad, su ira, y sus malas obras, y, por lo tanto, en lugar de darles su bendición de padre, los maldijo: “Armas de iniquidad sus arma. . . . Maldito su furor, que fue fiero; Y su ira, que fue dura. Yo los apartaré en Jacob, Y los esparciré en Israel” (Gen. 49:5, 7). 

No había nada en los años tempranos de Simeón y Levi que indicara el futuro propósito de Dios. Su vida de jóvenes era vergonzosa; habían traído deshora sobre si mismos, sobre sus tribus, y sus familias. Pero, amigos míos, ¿No es verdad que Dios restaura los años que la oruga se ha comido? ¿No toma Él corazones sucios y los limpia? ¿No toma Él el barro que ha sido dañado en las manos del alfarero y lo convierte en un vaso nuevo? ¡Sí, de hecho Él lo hace! Nuestro Dios nunca permite que la historia pasada, sin importar cuan desagradable o cuan pecaminosa, le evite darnos un lugar especial en Su servicio. 

Claro que hubo un momento decisivo. Llegó un momento en el cual la maldición sobre Levi se cambio en bendición. La maldición pronunciada sobre Simeón siguió su curso, y su tribu menguó hasta llegar a su extinción. Pero no así con Levi; Jehová se convirtió en la heredad de los levitas. ¿Cómo fue que sucedió esto? En Éxodo 32:26 encontramos la respuesta. Moisés, se acordará usted, había vuelto del monte sobre el cual recibió los mandamientos de Dios, a descubrir que todo el pueblo se había entregado a la idolatría. Él se paró a las puertas del campamento y exclamo a todo el ejército de su pueblo, “¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo.” Y todos y cada uno de los levitas respondió, se arrepintieron de su pecado, y se volvieron a Dios. Desde ese momento fueron señalados para ser bendecidos. Fue entonces que Dios los llamó al servicio sacerdotal, y decretó que Él seria la heredad de ellos. 

¡Cuan diferente fue el destino de estos dos hermanos! Uno no se arrepintió, y el otro sí se arrepintió, e inevitablemente la operación del gobierno de Dios los siguió a través de todas sus vidas. Por favor note que los levitas eligieron a Dios, no cuando se encontraban en la tierra de bendición, sino cuando estaban en el desierto. En aquel entonces las promesas de Dios parecerían estar poco claras y desconocidas. El futuro se vería oscuro y el viaje lleno de preocupaciones. El pecado y la idolatría abundaban a su alrededor, y sin embargo se volvieron al Señor en esa situación y buscaron Su rostro. En ese momento crucial y crítico de sus vidas eligieron al Señor. 

Que palabras tan preciosas tiene Dios para decir a algunos de ustedes a través de esta historia—de hecho a todos nosotros. Dios lo eligió a usted en Cristo desde antes de la fundación del mundo. Él sabía todo acerca de usted desde antes de que usted naciera; Él lo miro a través de su infancia y su niñez, a través de su adolescencia, y a través de su juventud, nunca a habido un momento de su vida en donde usted se encontrara mas allá de Su mirada o Su cuidado. Aun cuando usted se apartó de Él, Sus ojos estaban puestos en usted. Quizás en su viaje ha habido soledad y preocupaciones, dificultad y oscuridad, pero, amigos míos, lo que sea que el pasado haya tenido para ustedes, recuerden, “Él conoce los caminos que yo tomo.” 

Más especialmente Dios recuerda cuando, en el desierto, rodeado por el pecado y la idolatría, usted se mantuvo firme por Cristo y se rehusó a permitir que alguna cosa o alguna persona lo arrastraran de nuevo al mundo. ¡Oh, cuan contento estuvo el corazón de Dios ese día! 

De ese momento en adelante la pregunta que Él ha tenido para usted es esta: “¿No es licito para Mi hacer Mi voluntad con lo que es mío?” ¡Sí, al permanecer firme por Cristo usted rindió su ser a Él, y desde ese momento usted es de Él! 

A algunos, Dios no les ha dado heredad en la tierra, ni hogar, ni amor terrenal, solo un camino que parece estar lleno de dificultades y cargas aplastantes. Quizás usted ha llegado a creer que Dios le ha estado castigando por todos sus fracasos y recordándole que usted esta descalificado para siempre de servirle a Él porque usted lleva un estigma sobre si mismo. 

¡Cuan diferente es la verdad! Jehová Dios de Israel es su heredad. Suyo es el privilegio especial de probar lo precioso de la abundante gracia de Su perdón y Su amor. Él le ofrece a usted una vida de adoración, una vida de trabajo, una vida de testimonio si, de la oscuridad de los días en el desierto, usted lo ha elegido a Él como su indiscutible Señor. El imaginarse, por ejemplo, que una persona que se encuentra en un matrimonio que ha probado ser algo desastroso y debe llevar sobre si el estigma de ello, es poner sobre ella una carga que es completamente contraria a lo que dice el Libro dice y la cual la gracia de Cristo puede completamente quitar. 


Gracias a Dios que en el momento que parece ser que alguien ha sido aplastado mas allá de poder ser ayudado, cuando las cosas que ha querido mas parecen estarse derrumbando a su alrededor, y él fue dejado en los escombros de lo que alguna vez creyó era su hogar, el Señor Jesús extiende Su mano para ayudar. Gracias a Dios que Él toma el barro que ha sido estropeado, la preciada vida que ha sido quebrantada y ensuciada, y la amolda de nuevo, ahora formando con ella un vaso de honor, santificado, y listo para el uso del maestro. Y le dice, “De este momento en adelante Jehová tu Dios será tu heredad.” 


He buscado señalarle a usted el honor que le fue concedido a la tribu de Levi y la historia de lo que lo prepare para recibir ese honor. Debemos también observar la esperanza que ese honor inspiró en sus corazones: “Jehová Dios de Israel es la heredad de ellos, como él les había dicho.” 

En otras palabras, fue planeado que fuera así. Lo que les sucedió no fue un error, no fue de segunda mano, sino que ya se encontraba en el consejo de Dios cuyos caminos son inescrutables y cuya sabiduría es siempre perfecta. 

Para poner el reflector de la verdad sobre nuestro texto debemos recordar a nuestros corazones una vez más que la Epístola de Pablo a la iglesia en Efeso es el comentario Neo-testamentario del libro de Josué. Y en Efesios 1:11–12 leemos del Señor Jesucristo, “En Él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.” ¿Entiende el lenguaje? “En Él asimismo tuvimos herencia”—una herencia escogida, es nuestra suerte, nuestra porción ordenada en el consejo de Dios, escogidos de acuerdo a Su propósito, planeado de acuerdo a Su propósito, planeado de acuerdo a Su voluntad, que es inescrutable. ¿Para qué? A fin de que “seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.” Esto es nuestro lado del cuadro por así decirlo. Tenemos una herencia en Jesucristo; Jehová el Dios de Israel es nuestra herencia. 

Pero nuestro lado debe ser igual al lado de Dios; la sociedad debe ser completa. La herencia que tenemos en Jesús debe tener una respuesta si es que va a haber perfección. Esa respuesta es presentada en Efesios 1:18, en donde Pablo ora por sus oidores, “alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos.” Nuestra herencia en Cristo e igualada por la herencia de Cristo en Su Pueblo. Nuestra posesión de Él es igualada por su posesión de nosotros. 

Pudiera ser que usted no este entre la gente acerca de la cual he estado hablando en este capitulo. De algunos de nosotros se pudiera decir, a un nivel humano, que hemos sido mas afortunados, porque Dios nos ha bendecido con hogares felices e hijos piadosos, y con suficientes de lo bienes de este mundo para mantenernos fuera de la pobreza. Me dirijo a ustedes como si me dirigiera a mi propio corazón: tengamos cuidado de que las cosas que Dios nos ha dado no estropeen Su herencia en nosotros y nos hagan responder a Él en nuestros corazones de una forma no digna de Su gracia y Su amor. 

Al corazón solitario, a la vida desilusionada, la vida que no tiene herencia en la tierra, Dios le dice, “Jehová todo poderoso es vuestra herencia.” Y ese mismo Dios espera que usted le responda a Él y que reconozca que Él tiene su corazón entero, que usted es de Él sin ninguna duda ni disputa. 

Y a aquellos de nosotros a los que Dios ha bendecido en la vida humana con hogares felices, sigue siendo verdad que Jehová Dios de Israel es nuestra herencia. Él está esperando hasta que encuentre una completa y total herencia en Su pueblo. Algunos de nosotros Le hemos negado esto por los dones que nos ha dado. Y me pregunto yo si quizás esta sea la razón por la que Dios a menudo permite que tantos corazones y hogares cristianos que han sido bendecidos con cosas terrenales atraviesen por lugares de oscuridad y terror para que descubran que, las cosas humanas y materiales les han sido quitadas. Quizás Dios no ha podido confiar estas cosas a estas personas, pues por ellas le roban a Dios su herencia. 

“¡Jehová Dios de Israel es vuestra herencia!”

Vida Cristiana Victoriosa: Estudios en el Libro de Josué
Copyright © 2007 by the Redpath Family
Traducido por Carlos Alvarado

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