miércoles, 14 de diciembre de 2011

La Vida Cristiana Victoriosa Capitulo Catorce

Por Alan Redpath

Poseyendo Nuestras Posesiones 

Josué 13:1 

1 Estos son los reyes de la tierra que los hijos de Israel derrotaron y cuya tierra poseyeron al otro lado del Jordán hacia donde nace el sol, desde el arroyo de Arnón hasta el monte Hermón, y todo el Arabá al oriente: 
2 Sehón rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón, y señoreaba desde Aroer, que está a la ribera del arroyo de Arnón, y desde en medio del valle, y la mitad de Galaad, hasta el arroyo de Jaboc, término de los hijos de Amón; 
3 y el Arabá hasta el mar de Cineret, al oriente; y hasta el mar del Arabá, el Mar Salado, al oriente, por el camino de Bet-jesimot, y desde el sur al pie de las laderas del Pisga. 
4 Y el territorio de Og rey de Basán, que había quedado de los refaítas, el cual habitaba en Astarot y en Edrei, 
5 y dominaba en el monte Hermón, en Salca, en todo Basán hasta los límites de Gesur y de Maaca, y la mitad de Galaad, territorio de Sehón rey de Hesbón. 
6 A éstos derrotaron Moisés siervo de Jehová y los hijos de Israel; y Moisés siervo de Jehová dio aquella tierra en posesión a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés.
Josué 12:1–6

1 Siendo Josué ya viejo, entrado en años, Jehová le dijo: Tú eres ya viejo, de edad avanzada, y queda aún mucha tierra por poseer. 
2 Esta es la tierra que queda: todos los territorios de los filisteos, y todos los de los gesureos; 
3 desde Sihor, que está al oriente de Egipto, hasta el límite de Ecrón al norte, que se considera de los cananeos; de los cinco príncipes de los filisteos, el gazeo, el asdodeo, el ascaloneo, el geteo y el ecroneo; también los aveos; 
4 al sur toda la tierra de los cananeos, y Mehara, que es de los sidonios, hasta Afec, hasta los límites del amorreo; 
5 la tierra de los giblitas, y todo el Líbano hacia donde sale el sol, desde Baal-gad al pie del monte Hermón, hasta la entrada de Hamat; 
6 todos los que habitan en las montañas desde el Líbano hasta Misrefotmaim, todos los sidonios; yo los exterminaré delante de los hijos de Israel; solamente repartirás tú por suerte el país a los israelitas por heredad, como te he mandado. 
Josué 13:1–6

Un lector casual del libro de Josué, podría ser tentado a pasar rápidamente por alto los capítulos 12 y 13, porque para la lectura rápida contienen solo los récords de los territorios de Canaán, una lista de nombres y lugares, algunos de los cuales es difícil pronunciar y aun mas difícil entender. Sin embargo si usted se rinde ante esta tentación usted se perdería de mucho. Los grandes tesoros de la Palabra de Dios no se encuentran sobre la superficie para que nosotros podamos tomarlos ligera y fácilmente. Vamos entonces a considerar brevemente el doceavo capitulo, que es un resumen de la extensión de la conquista de Canaán. Los primeros seis versículos nos hablan acerca de las conquistas bajo el liderazgo de Moisés; los versículos siete al veinticuatro nos hablan de las conquistas bajo el liderazgo de Josué. Las conquistas bajo Moisés, como es de esperarse, se refieren a las batallas en el desierto, del lado oriental del Jordán. Las conquistas bajo Josué cubren las batallas en la tierra misma. Bajo Moisés, cierto territorio se había convertido en la heredad de Rubén, Gad, y la media tribu de Manases, de acuerdo con el deseo que ellos mismos habían expresado. Se nos informa en este capitulo exactamente hasta que grado Josué y sus ejércitos conquistaron parte de la tierra de Canaán. Seguido por una lista de treinta y un reyes poderosos que habían ocupado cierto territorio en la tierra, pero que ahora todos habían sido sometidos y los cuales se encontraban sujetos al pueblo de Dios. 

A menudo en el curso de la experiencia humana es bueno sentarse y reflexionar sobre todo lo que se ha conquistado por la gracia de Dios. No con jactancia, sino con un corazón humilde y agradecido, para reconocer los años que han pasado y repasar las paginas de la memoria cuidadosamente y recordar en donde ha triunfado la gracia de Dios, para que podamos volvernos hacia Su rostro y decir, “Mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;” (Romanos 5:20).

Para alguna gente, la mayoría de las batallas de la vida han terminado, les quedan pocas por pelear. Para muchos otros, sin embargo, la mayoría de las batallas de la vida aun tienen que ser libradas. Sea que ya hayan sido libradas o aun estén por llegar, que Dios nos conceda a todos la habilidad para poder decir al final de nuestra jornada, “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.” (II Timoteo 4:7). 

Antes de dejar este capitulo por completo, permítanme referirles el sexto versículo, que nos dice que “Moisés siervo de Jehová dio aquella tierra [la tierra conquistada por Moisés] en posesión.” Estas palabras son casi las mismas que las que vemos en el capitulo 11:23, si substituimos el nombre “Moisés” por el nombre “Josué.” Pero oh, ¡cuan grande es la diferencia! 

No debo forzar demasiado ninguna analogía a las escrituras, aunque pienso que estoy justificado en emplearlo para ilustrar una doctrina que esta bien establecida en otras partes de la Palabra de Dios. Estas dos y media tribus que Moisés permitió que se quedaran del otro lado del Jordán no tuvieron mucho que ver con la vida nacional de Israel y perdieron demasiado pronto su heredad. Pareciera que hubieran sido absorbidas por las naciones que ellas debieron haber vencido. Ellos eligieron el lado oriental, el lado de la tierra que quedaba hacia el desierto. 

La lección que quiero escribir en lo mas profundo de sus corazones, al pasar, es esta: que lo que sea que Moisés, el representante de la Ley, nos de a cualquiera de nosotros debe finalmente pasar por entre nuestros dedos, que inevitablemente vamos a fallar en todo lo que intentemos ser en el poder de nuestra propia resolución. Las bendiciones mas profundas de la vida espiritual no pueden ser sostenidas por la fuerza de nuestro propio propósito. Pueden ser nuestras solo en el compañerismo con Nuestro Señor Jesucristo, en quien esta guardada todo nuestra herencia, y de quien recibimos toda bendición por la fe. Porque “Dios… nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3). ¡Que Dios quiera que podamos aprender esa lección y que dejemos de intentar lograr entrar en la tierra de bendición solo por nuestro propio esfuerzo! 

Ahora consideraremos mas especialmente Josué 13:1, en donde leemos, “Siendo Josué ya viejo, entrado en años, Jehová le dijo: Tu eres ya viejo de edad avanzada, y queda aun mucha tierra por poseer.” Josué tenía ya cerca de noventa años, y una gran porción de la tierra aun no había sido subyugada y permanecía sin ser poseída. Los primeros seis versículos de este capitulo nos dan una clara demarcación del territorio no poseído. No debían descansar sobre los logros pasados, porque sino el propósito de Dios para Israel nunca podría ser realizado. Como nos lo dijeron los primeros versículos del libro de Josué, Dios ya había intencionado dar a los israelitas toda la tierra, pero debían tomar posesión de cada pulgada de la heredad, ellos mismos. El método para poder poseer esta tierra, que ocupa el resto del libro de Josué, era, en primer lugar, deslindar la tierra y luego distribuirla entre las diferentes tribus, y finalmente dejar que cada tribu se apropiara de lo que se le había dado. Espero que usted entienda claramente este principio, porque lo veremos de nuevo mas adelante. Sería interesante examinar la extensión del área de la tierra designada por el Espíritu Santo como la heredad del pueblo escogido. Se extendía desde la región de Filistia en el norte hasta las ricas tierras de pasto en el sur. Si nos pusiéramos a comparar lo que Dios había intencionado para los israelitas con la tierra que ellos de hecho poseyeron, veríamos que la diferencia entre los dos es vergonzosa. En toda su historia los israelitas nunca lograron todo lo que Dios había intencionado para ellos. 

Ahora, debo dejar que la historia aplique la lección espiritual a nuestras propias vidas. En el Señor Jesucristo se ha dispuesto la heredad celestial que Dios ha propuesto que cada uno de nosotros debería disfrutar. Lo que la tierra era para Israel, Cristo es para nosotros. Trazado en las paginas de la Palabra de Dios esta todo el territorio que debemos poseer: las montañas de la visión celestial; los valles que al principio pudieran haber parecido valles de desesperación, pero que ahora se han convertido en valles de infinita bendición; las tierras de pasto, reposo y serenidad, las ciudades que deben ser conquistadas, los enemigos que deben ser vencidos. Y es verdad para cada uno de nosotros que aun hay mucha tierra que poseer. Nuestra heredad en Cristo no es solo parte de Cristo, sino todo Él. Todo lo que hay en Cristo es lo que Dios ha propuesto para nosotros. Nuestra posesión es solo aquella parte de Cristo que por fe vayamos a reclamar, y no hay ni uno entre nosotros que pueda decir que ha reclamado todo lo que debemos tener. 

¿Podemos estar satisfechos con menos de lo que Dios tiene para nosotros? Nunca llegamos al nivel de la experiencia cristiana en la cual agotamos todas las posibilidades de la vida en Jesús. Ninguno de nosotros ha ganado toda batalla en la que hemos luchado. Al ver hacia atrás hacia todas nuestras experiencias, no podemos sino admitir que nuestras vidas llevan las cicatrices de muchas derrotas. Y no hemos luchado en toda batalla que deberíamos haber luchado, porque ha habido muchas veces en nuestra vida cristiana en las cuales hemos evadido al enemigo y hemos escogido un camino mas fácil. 

Pero yo no encuentro que estas verdades sean deprimentes. Encuentro en ellas la inspiración que me hace clamar, “Señor, llévame a un terreno mas alto.” Porque son las experiencias de derrota seguidas por la emoción del levantarse una vez mas y descubrir que la sangre de Cristo limpia, y que nuestro Salvador esta agarrado de nuestra mano y a nuestro lado y en nuestro corazón para guiarnos a seguir con Él-- es todo esto lo que nos mantiene siguiendo hacia la meta. Cristo nunca nos deja ni nos desampara, pero hay de hecho aun mucha tierra para ser poseída. 

Pensemos por un momento de algunas de las áreas en tu vida y la mía que aun deben ser poseídas. Meditemos en como podemos poseerlas, y, en conclusión, descubramos porque es que no las hemos poseído. 

Yo sugiero que aun hay mucho que poseer en el ámbito del conocimiento. Hablo, desde luego del conocimiento como algo distinto al intelecto. La disciplina mental, la memoria, la observación, todas estas cosas desarrollan el intelecto, pero esto es muy distinto al conocimiento. Uno puede tener poco intelecto, y sin embargo tener un profundo discernimiento de la verdad espiritual que va más allá de los límites del intelecto. Algunas de las mas maravillosas confirmaciones de la bondad de Dios han venido mientras he estado escuchando a un niño o niña que no han tenido ninguna ventaja educacional, pero que han llegado a conocer en realidad la presencia y poder del Cristo que habita en ellos, y a través de Él pueden hablar con sabiduría que va mas allá del intelecto. Por otro lado, claro que, un hombre puede ser muy listo y muy inteligente y estar muy bien informado, pero no tener nada de conocimiento; puede que sea un perfecto necio en las cosas que mas importan. 

El Señor Jesucristo nos da vida eterna para que podamos conocer al único Dios verdadero. Nos invita a que vengamos al Calvario cada día de nuestras vidas y con espíritu callado y corazón asombrado fijemos nuestra mirada en aquel que sangró y murió para que nosotros pudiéramos ser redimidos. Si lo vemos a Él, vemos al Padre, porque ningún hombre puede comprender el verdadero corazón de Dios sino fija su mirada sobre el Señor crucificado y resucitado. ¿Le conocemos? ¿Podemos decir con el Apóstol Pablo?, ¿“estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor: por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo. . . . A fin de conocerle, y el poder de su resurrección.”? (Filipenses 3:8, 10) 

Oh, mis queridos amigos, en el asunto de conocer a Cristo, cuanta tierra hay aun por poseer. ¿Por qué es que somos en realidad tan ignorantes? ¡Porque conocemos muy poco del Libro! ¿Cuántas páginas de su Biblia ha dejado sin poseer aun? ¿Cuántas de ellas aun son territorio sin explorar? ¿Cuántas de ellas nunca han sido marcadas o subrayadas para mostrar lo que Dios significa para usted? Cubrimos las mismas porciones una y otra vez; vivimos en las verdades rudimentarias: en capítulos tales como Juan 3, grandiosos y maravillosos de hecho, como los son. Pero continentes enteros del propósito redentor de Dios, revelados para que la mente alumbrada los descubra, para que se alimente de ellos y en los cuales se pueden regocijar, quedan sin ser poseídos. Usted no podrá conocer a Jesús nuestro Señor, al menos que lo conozca en Su Palabra. Compañeros cristianos, aventúrense a poseer algún campo sin explorar en la Palabra de Dios, y vean que clase de bendiciones les seguirán. 

De igual manera hay una amplia área para ser poseída en las experiencias del ámbito espiritual. En la vida de cada uno de nosotros, de la misma forma en la que era verdad en Canaán, existen reyes, enemigos, fortalezas y hábitos que están profundamente arraigados. Parecen estar tan fuertemente fortificados que, a pesar de todo esfuerzo, a pesar de todas nuestras oraciones y estudios Bíblicos, a pesar de todos nuestros ruegos ante el trono de Dios, parece que es imposible deshacernos de ellos. Nuestra paz es constantemente turbada por los ataques del maligno que existe dentro de nuestra personalidad. Nos ataca sin advertencia, y en un momento hemos perdido nuestra templanza, hemos hablado crítica y cortantemente. Una y otra vez, estos enemigos dentro de nosotros han sido vencedores a pesar de años de experiencia cristiana, o de vidas en el campo misionero, o de liderazgo en la obra cristiana o de enseñar a la gente. El enemigo nos ha capturado una y otra vez, y su fortaleza se mantiene firme ante todos nuestros intentos por derribarla. 

¿Es esto verdad acerca de usted? Si este libro de Josué, al estudiarlo juntos, significa algo para usted, significa mas y mas para mi cada día, pues puedo ver en el reflejo de mi propio corazón y mi propia vida. Si alguien me dice, “Esta vida cristiana es una batalla,’’ mi corazón lo siente, porque yo encuentro que es una batalla también. ¡Pero, oh, gracias sean dadas a Dios por la victoria en Jesucristo cuando aprendemos a reclamarla! ¡Como nos han resistido estas áreas de pecado! ¡Como nos han desafiado estos enemigos! De alguna forma, como Israel, fallamos en poseer la tierra que Dios nos ha dado. 

En algunos casos, como es de esperarse, la razón es que el cristiano nunca ha entregado al Señor Jesús su vida de negocios. La ha mantenido completamente fuera de la esfera de la autoridad de de nuestro Señor y dice, “Voy a servirme a mi mismo y a mis propios fines. Yo ganaré mi dinero y cuidaré de mi familia y mi negocio, pero esto no se mezclará con mi religión.” En otros casos, es porque los hombres son muy renuentes a permitir que la autoridad de Dios este sobre sus asociaciones terrenales y sobres sus amistades terrenales. 

Oh, amados, piensen en el ideal de Dios, expresado a nosotros en Su Palabra, que es, ¡“Que seamos conformados a la imagen de Su Hijo”! Considere por un momento Su fuerza y Su dulzura, Su Santidad, Su odio por el pecado, Su amor por usted y por mi, Su devoción a la voluntad de Dios, Su vida de auto sacrificio. Ese es el ideal de Dios, ese es el ideal que nuestras almas deben poseer. Si la vida de nuestro preciado Señor no esta siendo reproducida en nosotros día tras día, nuestro cristianismo no esta siendo vital, no es eficaz, no es revolucionario; porque el solo propósito de nuestra fe y la substancia de toda nuestra doctrina es que seamos conformados a la imagen del Hijo de Dios. ¡Hay mucho terreno que poseer! Sabemos que esto es verdad. ¿Pero cómo poseer nuestra posesión en Jesucristo? Seguramente existe algún medio para lograrlo, y de hecho ¡lo hay! Permítame mostrárselo y pedirle que lo considere cuidadosamente y en oración. Recuerde que, primero, debemos ser poseídos por el Señor antes de que podamos saber lo que es poseerlo en toda Su plenitud. “No que lo halla alcanzado ya,” dijo el Apóstol Pablo (y estoy tan contento por la honestidad del lenguaje de Pablo— ¿Cómo puede cualquier hombre creer en la perfección sin pecado cuando lee los escritos de Pablo?), ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.” (Filipenses 3:12) Si primero abrimos nuestro corazón para recibirlo, y luego, por una fe viva, nos apropiamos de Él. 

Escuche las tres grandes palabras de la experiencia cristiana en el orden en el que se las voy a decir: “rendición,” “consagración,” “apropiación.” Primero, debe haber una completa sujeción al Señor, y, permítanme repetir, no hay conversión sin rendirse absolutamente a la voluntad del Señor Jesucristo. Luego, debe haber la completa consagración de vida y talentos y todo lo que tenemos, en todo departamento de nuestra vida. Luego viene la apropiación por medio de una fe viva de la vida que Dios nos da por medio de Su Espíritu a través de Su Hijo. Este es el orden divino: no podemos poseer al Señor Jesús en toda Su plenitud sino hasta que Él nos posea a nosotros. No podemos apropiarnos de Cristo sino hasta que Él haya vencido a nuestra voluntad y nosotros seamos completamente Suyos. 

No podemos esperar tener victoria en nuestras vidas sino hasta que nos rendimos completamente al Señor Jesús. ¿Estamos esperando que el Señor Jesucristo nos lleve aun plano más alto? ¿Estamos esperando que nos de la victoria? ¿Estamos esperando poseer todas nuestras posesiones? Es solo cuando en nuestros corazones hemos aceptado la autoridad de Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el espíritu Santo, y todo nuestro ser esta rendido incondicionalmente a la Trinidad, que podemos contar con la victoria y buscar poseer nuestras posesiones en Cristo. 

¿Por qué tenemos nosotros que ser como Josué, hacernos viejos y llenos de años y descubrir que aun hay mucha tierra por poseer? 

Pudiera ser solo la imaginación del autor, pero, de alguna manera, puedo ver el día cuando individualmente tengamos por primera vez nuestra entrevista personal con el Señor en el cielo. ¡Oh, será maravilloso verlo! Cuando las luchas y las batallas hayan terminado, ¿Cree usted que ese día Él nos mostrará el patrón que tenia para nuestra vida desde antes de la fundación del mundo? ¿Cree que nos mostrará el lugar en donde nos desviamos, el lugar en donde perdimos, el lugar en el que por falta de fe o falta de obediencia nos conformamos con algo que no era lo mejor? ¿Nos mostrará el lugar de Su abundante misericordia? ¿Podremos ver mas claramente que en cualquier otro lugar en la vida que allí, en donde resbalamos, Él dejó la marca de Su sangre y la huella de Sus manos sobre nuestra vida mientras nos detuvo cuando nosotros buscábamos soltarnos de Su mano? Lo único que pido es que en ese día, para usted tanto como para mi, si Él nos muestra los planos de Su plan para nuestras vidas, descubramos por Su gracia que la experiencia misma estaba, cuando menos hasta cierto punto, alineada con ese plan. 

¿Por qué hemos de vivir en la pobreza espiritual? ¿Por qué nos rendimos y fallamos? Cuando llegue el fin de esta vida y esta breve experiencia termine, cuando seamos viejos, cuando la historia quede escrita y las batallas hayan terminado, ¿Por qué hemos de estar ante nuestro Señor para confesar que no hemos poseído todo lo que había sido Su intención que tuviéramos? Yo creo que la respuesta a esa pregunta la encontramos en el sexto versículo de este capitulo, porque la posesión de la tierra fue por suertes. Usted descubrirá que la palabra “suertes” se usa veintidós veces en la segunda pare del libro de Josué; posesión de la tierra por suertes. Dios dio a cada tribu ese pedazo de territorio, esa montaña difícil, aquella experiencia que rompió su corazón, aquella dura prueba que Él en Su sabiduría sabía que los haría mejores personas por haber pasado por ella. 

Yo creo que si aceptamos esa verdad poseeremos a Cristo de una manera totalmente nueva. Si no lo creemos y damos coses contra nuestra experiencia, si nos negamos a aceptar la porción de Dios, la suerte de Dios para nuestras vidas, nunca poseeremos la tierra. Abraham creyó eso: el dejó que Dios escogiera por él en todo. Su sobrino Lot se negó a creerlo. El primero anduvo por fe, el segundo por lo que veía; uno dejo que Dios escogiera, el otro escogió por si mismo. Marque el final de esos hombres: el que permitió que Dios escogiera su suerte entro en la plenitud de la bendición; el otro terminó en desastre. 

Mis amigos cristianos, están permitiendo a Dios escoger su suerte en la heredad o ¿están haciendo su propio plan para su vida? ¿Escoge usted su propio camino? ¿Planea usted su propia carrera? ¿Confía usted en su propio ingenio o, en las palabras de un himno que yo amo, ha dicho usted?— 

Tu camino, no el mío, oh Señor, tan oscuro como este pudiera ser, guíame con Tu mano; escoge el camino por mí. Sea fácil o difícil; aun así será lo mejor; con vueltas o derecho a Tu reposo me llevará. No me atrevo a escoger mi propia suerte, no me atrevo aunque lo pudiera hacer; Escoge Tú por mí, mi Dios, para que termine bien. Toma Tú mi copa, y llénala de gozo o tristeza; como bien te parezca a Ti, escoge Tu mi bien y mi mal. Escoge Tú mis amigos por mí, mi salud o enfermedad; escoge Tú mis cuidados por mí, mis promesas y riquezas. Que no sea yo el que tenga que escoger; en cosas grandes o pequeñas. Se Tu mi guía, mi fuerza, mi sabiduría mi todo. 

¡Si ha de poseer sus posesiones, esta es la respuesta!

Vida Cristiana Victoriosa: Estudios en el Libro de Josué 
Copyright © 2007 by the Redpath Family
Traducido por Carlos Alvarado