lunes, 20 de junio de 2011

La Vida Cristiana Victoriosa Capitulo Diez

Por Alan Redpath

La Ley Cristiana de Libertad


Josué 8:30

También escribió allí sobre las piedras una copia de la ley de Moisés, la cual escribió delante de los hijos de Israel.
Y todo Israel, con sus ancianos, oficiales y jueces, estaba de pie a uno y otro lado del arca, en presencia de los sacerdotes levitas que llevaban el arca del pacto de Jehová, así los extranjeros como los naturales. La mitad de ellos estaba hacia el monte Gerizim, y la otra mitad hacia el monte Ebal, de la manera que Moisés, siervo de Jehová, lo había mandado antes, para que bendijesen primeramente al pueblo de Israel.
Después de esto, leyó todas las palabras de la ley, las bendiciones y las maldiciones, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la ley.
No hubo palabra alguna de todo cuanto mandó Moisés, que Josué no hiciese leer delante de toda la congregación de Israel, y de las mujeres, de los niños, y de los extranjeros que moraban entre ellos.
—Josué 8:32–35

Mucho del capitulo 8 del libro de Josué es el recuento de la victoria final en Ai después de la humillante experiencia de la derrota. No podría yo dejar pasar esta porción en particular sin recomendarle que lea la historia de la estrategia que Josué tuvo que adoptar para poder recuperar el terreno que se había perdido. Usted leerá de la retirada planeada, de pretender que se estaba siendo derrotado, de una emboscada que se había preparado, y de un enemigo a quien se le hizo pensar qua había obtenido la victoria. Usted leerá el recuento de cómo todo hombre disponible fue puesto en la línea de batalla de Israel para que Ai fuera finalmente conquistada. Ai era mucho menos formidable que Jericó, pero después de la experiencia de la derrota fue mucho más difícil de vencer.

Si usted se sentara a solas con su Biblia y reflexionara sobre ese recuento, yo creo que se encontraría a si mismo indeleblemente impresionado con el hecho de que la recuperación del terreno perdido en la experiencia cristiana es el problema mas difícil de todos. Treinta minutos de desobediencia deliberada en la vida del hijo de Dios a menudo ha resultado en treinta años de estar fuera de las bendiciones. Un hombre, después de doce meses de intensa actividad cristiana, ha dejado atrás sus deberes por un poco de tiempo y se ha ido de vacaciones a un campamento de verano. Allí se ha atado a una amistad que él sabe esta fuera de la voluntad de Dios y contraria a las enseñanzas de la Palabra de Dios, y el servicio cristiano de ese hombre a sido dañado por años a causa de ello. El terreno perdido es muy difícil de recuperar, y si esa experiencia pudiera ser cauterizada por un hierro caliente en su conciencia, usted encontraría más difícil que en el presente, caer en el pecado deliberado.

Muchos hombres han llegado a la mitad de su vida sin tener una visión por un mundo perdido, sin sentir una carga por el alma perdida, y sin tener un corazón real por la obra de Dios. Si él se preguntara a si mismo porque, él podría ver hacia atrás a los tiempos de su juventud cuando por algunos momentos, el se había vuelto de lo mejor de Dios, cuando fue guiado a practicar algo impuro y por esa razón había perdido el control y su poder. El Espíritu Santo fue entristecido, y ahora el hombre es un instrumento que no puede ser usado por Dios — aun predicando, aun enseñando, aun dirigiendo, pero fuera de la bendición. Que el Espíritu Santo lo grave con poder en sus corazones: el terreno perdido en la vida cristiana es muy difícil de recuperar.

Este es el trasfondo esencial sobre el cual este capitulo esta basado. El pueblo de Dios en Ai, vivió la experiencia de la dificultad de recuperar el terreno perdido, y lo que sucedió inmediatamente después era de esperarse. Tan pronto como resbalaron y fueron derrotados, y recuperaron el terreno, fueron escritos en sus mentes los principios por medio de los cuales ellos podrían poseer todo lo que Dios tenía para ellos en la tierra de Canaán. He aquí el secreto para asegurarse de que el mismo desastre no se volviera a repetir.

Salieron a un peregrinar de treinta días al valle de Siquem, uno de los valles mas hermosos en Palestina. Allí por así decirlo, se les enseñó la ley de la libertad. Se les enseñó acerca del lugar que la ley de Dios debía tener en sus vidas como habitantes de la tierra. Se les enseñó la manera en la cual serían bendecidos y la manera en la cual serían maldecidos, y se les mostró que no habría alternativa: debía ser vida o muerte.

Permítanme recordarles, mis compañeros cristianos, que hay leyes en la vida cristiana, reglas que se espera que guardemos. ¿Qué no fue esta la gran preocupación de Pablo, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado? O para usar las palabra de una traducción moderna: “No sea, que habiendo proclamado las reglas o los demás, yo mismo sea descalificado” (I Corintios. 9:27) Aquí en los últimos versículos del capitulo 8 de Josué se nos presentan los principios de la vida cristiana, la ley de la libertad en la vida cristiana.

Que hermoso valle era este valle de Siquem. Esta no era la primera vez que un evento dramático se llevaba acabo allí, y de hecho, no fue el último. Fue allí en donde Dios le prometió la tierra de Canaán a Abraham. Fue allí en donde el pozo de Jacob fue descubierto. Fue al lado de ese mismo pozo que, cansado por Su viaje, Jesús se sentó a platicar con la mujer de Samaria, que se fue del lugar limpia de sus pecados. Este hermoso lugar fue a menudo la escena de eventos dramáticos y conmovedores, pero dudo que en toda la historia haya habido uno tan conmovedor como aquel al que le invito a volver su atención ahora.

De los dos lados del valle de Siquem, que tiene dos millas de ancho, esta una montaña—de un lado, el Monte Ebal, escabroso, inhóspito, rocoso; y del otro lado, el Monte Gerizim, boscoso y bello. Cualquier viajero a la tierra de Palestina el día de hoy le puede decir que se puede parar en la cima del monte Ebal y platicar con alguien que este del lado del monte Gerizim, casi sin tener que alzar la voz, así de perfectas son las propiedades acústicas naturales. El anfiteatro formado por el valle es totalmente completo, y las voces suenan cruzando de pico a pico.

Cuando los israelitas llegaron al pie del Monte Ebal levantaron un altar, construyéndolo con piedras que no fueron talladas con ningún instrumento, de tal manera que el altar no fuera contaminado por la mano del hombre. El altar fue emplastado y sobre el emplaste fueron escritas las dos tablas de la ley de Dios. Por primera vez desde que cruzaron el Jordán la atención del pueblo fue atraído hacia un altar, el lugar de la comunión, el lugar de adoración; y al mismo tiempo a la ley de Dios sobre el, el lugar de disciplina, el lugar de obediencia.

Luego la mitad del pueblo subió al monte Ebal y la otra mitad subió al monte Gerizim. Sobre el Monte Ebal debía ser pronunciada la sentencia de juicio y maldición de la desobediencia. Sobre el Monte Gerizim debía ser pronunciada la bendición, el gozo, y la gloria que seguirían a la obediencia y a rendirse a Dios. Las tribus de Rubén, Gad, Asser, Zabulon, Dan, y Neftalí fueron al Monte Ebal, y dos de ellas ya habían expresado su deseo de retirarse de Canaán. El precio por poseer la tierra era demasiado alto, y, además, habían dejado a sus familias y sus ganados del otro lado del Jordán. Sobre el Monte Ebal escucharon la maldición que seguiría a la desobediencia. Vea el futuro de la historia de Rubén y Gad — es una historia de desastre. Tome una advertencia de su experiencia. Al Monte Gerizim subieron las tribus de Simeón, Levi, Judá, Issacar, José, y Benjamin, para oír la promesa de bendición que le seguiría a la obediencia. Entre estos dos montes estaba el Arca del Pacto, indicando la presencia del Señor en el valle, con Josué y los sacerdotes.

Josué comenzó a hablar, su voz resonando a través de ese maravilloso anfiteatro, y pronuncio para el pueblo bendición y maldición, vida y muerte, cielo e infierno. Pronuncio la maldición por la desobediencia, y relató las bendiciones que seguirían a la obediencia, y el “Amen” de todo el pueblo sobre los dos montes produjo un eco que atravesó el valle. El ejército unido estaba firme, la mitad de un lado y la otra mitad en el otro, y asintieron al veredicto de Dios: si desobedecemos moriremos, pero si obedecemos viviremos. Si nos volvemos y dejamos a Dios pereceremos; pero si Le seguimos seremos bendecidos por Él. ¡Que escena, que muchedumbre, que momento tan memorable!

¿Pero que significado tiene esto para la gente de hoy? Permítame agarrarme de este mensaje mientras nos reta a usted y a mí y a nuestros corazones. En primer lugar, señalaría que la ley de Dios fue escrita al pie del monte de juicio. El hecho de que uno sea cristiano no lo libera de la ley de Dios. Es verdad que ha sido liberado de su sentencia por virtud de la muerte de Otro, pero de ninguna manera quedamos absueltos de la obligación y responsabilidades que esta impone.

Escuche al Apóstol Pablo, el predicador mas grandioso que jamás haya nacido, yo me imagino: “Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús’’ (Romanos 8:1). ¡Bendita verdad! Para el hombre que se ha arrepentido, el hombre que ha creído, el hombre que ha aceptado en su vida al Salvador resucitado y triunfante no hay ninguna condenación. La sentencia de la ley ha pasado a su substituto. Esta, mis amigos es nuestra posición delante del cielo.

Si usted preguntara como fue que esto se llevó acabo, Pablo no nos deja duda. El dice, “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:2). ¿Qué quiere el decir con esto? Solo esto: que en el momento que el hombre lleva acabo lo que Dios manda, asiente a Su juicio, y cree en Su Hijo, otra ley se pone en operación en el cielo. Porque Dios el Padre ha hecho un pacto que ha sido sellado con la sangre de la Cruz, un pacto con Su Hijo de que Él concedería el don de vida a todos los que se arrepintieran y creyeran, y les daría el Espíritu Santo para que fuera un nuevo principio de vida en nosotros. En el mismo momento que el hombre cree, el es bautizado por el Espíritu de Dios y es llenado por la tercera Persona de la Trinidad. Por lo tanto, “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y la muerte.”

En caso de que cualquiera de nosotros tuviéramos duda de como se lleva acabo ese milagro, Pablo nos dice que “lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne”—lo que nosotros no podemos hacer por nosotros mismos a causa de nuestras debilidades y nuestro pecado y nuestros fracasos “Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” (Romanos 8:3).

Si, hay un nuevo principio operando ahora en la vida de aquel que se ha convertido en cristiano. Él ha recibido la vida de resurrección en su corazón. Ha sido bautizado por el Espíritu de Dios a la vida pura, perfecta y sin mancha del Hijo de Dios, quien vivió una vida perfecta y murió una muerte propiciatoria, y ascendió de la tumba al trono; quien da, no a unos cuantos que son Sus favoritos, sino a todo hombre y mujer que ha nacido de nuevo, un nuevo principio de vida, la ley del Espíritu de vida en Cristo.

Quizás pregunte ¿cuál fue la razón por la que todo esto fue hecho? Escuche esto: “para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos 8:4). El cristiano no ha terminado con la ley de Dios. Ha terminado con su sentencia, pero no puede evadir sus estándares. Y, en lenguaje sencillo, esto significa que la santidad no es opcional porque “Sin santidad nadie verá a Dios.”

Todo el problema con  muchos cristianos en nuestros días es que estos solo están jugando a ser cristianos. Nunca han buscado tener una vida cristiana dinámica y santa, porque temen tener que pagar el precio. Yo tiemblo en mi propia alma al pensar en el shock que van a sufrir muchos cuando se enfrenten a nuestro Señor y descubran que las creencias que han apreciado, y las doctrinas que han recibido con los brazos abiertos, y la Biblia que dicen haber creído, los han llevado al infierno porque sus creencias nunca se han convertido en hechos, y la Biblia nunca se ha convertido en practica, y sus vidas nunca han sido hechas santas. La ley al pie del monte de juicio tiene que cumplirse, no por nosotros, gracias al cielo, sino en nosotros por el Espíritu Santo.

Pero permítame señalarle algo mas—cuan agradecido estoy por este detalle—la ley fue grabada sobre el altar. El altar no fue puesto entre la belleza del Monte Gerizim, fue puesto al pie de lo inhóspito, y bajo la misma sentencia de juicio, sobre el Monte Ebal, puesto en donde el hombre ha sido condenado.

Ni un solo cristiano puede estar delante de Dios sin ser condenado por Su ley. No hay ni una sola persona redimida por la sangre de Jesús que pueda ver a Dios a la cara excepto para decir, “Yo soy libre de la condenación y muerte, soy libre de la sentencia de la ley; pero, oh, Dios, cuan miserablemente he fallado en rendirme al Espíritu Santo, quien es el único que puede darme el poder para obedecer. Y cuan trágicamente verdadero es que mi vida cristiana ha sido una historia de desastre tras desastre, de fracaso, pecado, incredulidad, y me avergüenzo de mi mismo.”

Sin embargo, la ley esta escrita sobre el altar, y el altar fue el lugar en donde se derramó la sangre, el lugar de comunión, restauración, y adoración. Por lo tanto les puedo decir, con un corazón tan agradecido, que “si andamos en la luz, como Él esta en la luz,” que si salimos de detrás del camuflaje y de la farsa y de nuestra apreciada tradición, y nos ponemos al mismo lado de Dios y estamos allí conscientes de nuestro fracaso y pecaminosidad como cristianos, si nos atrevemos a hacer esto, entonces “tendremos comunión el uno con el otro,” Él y nosotros, “y la sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7). Porque “si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de maldad” (I John 1:9).

¿Entiende que el cristiano esta hoy enfrentando a la ley y lo que esta demanda de el? ¿Qué la ley es puesta delante de nosotros, implacable en sus estándares, pero una voz en mi corazón dice, “Si me amas, guarda mis mandamientos” (Juan 14:15)? El cristiano ya no esta enfrentando la ley como una obligación; la esta enfrentando como una clara delicia para cumplir con la voluntad de Dios, y desde dentro de el amor de Dios es derramando por el Espíritu Santo. Porque ha nacido de arriba, odia lo que Dios odia y ama lo que Dios ama. Se entristece y se lamenta por su pecado por causa de Jesús mas que por la suya misma, y la oración de su corazón es, “Oh Dios, hazme santo.” El hijo de Dios conoce una práctica que lo constriñe, la devoción, y la inspiración en su vida; es movido y constreñido a seguir adelante porque dentro de él,  esta el fuego del amor de Jesús.

Jesús, Tu victorioso amor
Derramado en mi alma;
Así mi corazón no vagará,
Arraigado y firme en Dios.

Oh que en mi el fuego sagrado
Ahora empiece a brillar;
Quemando la escoria de mis malos deseos
Y has a las montañas fluir.

La ley esta sobre el altar. Hijo de Dios, si tu estas convencido de haberla quebrantado, si estas convencido de que has perdido tu pasión, tu celo, y tu devoción al Señor Jesús, yo te ruego que enfrentes el reto de la Ley de nuevo y vuelvas al altar de la comunión. La gente viene a mi preguntando, “¿Debe un cristiano hacer esto o aquello?” Cuan absurdas son este tipo de preguntas. ¿Qué tan lejos debe ir el cristiano para ser salvo? Solo hasta la cruz. Pero si yo estoy desobedeciendo a Dios en mi vida y desechando Su ley, esta es una declaración absoluta del hecho de que en mi corazón he abandonado la adoración de la cruz.

Si usted no tiene un corazón por la obra de Dios, ni un celo verdadero por las almas, y ningún verdadero interés en Su Palabra, es porque usted ha hecho a un lado la adoración del Calvario. Porque cuando un hombre muere a si mismo el no tiene ningún problema con las cosas del mundo o con lo que debe o no debe hacer. Su clamor es, “¡Me deleito en hacer Tu voluntad, Oh Dios!” y “¡Oh, como amo Tu ley!”

Al concluir este capitulo, me permite pedirle que observe que entre el monte de juicio y el monte de bendición se encontraba el arca. Allí en medio del valle dividiendo a los dos estaba la presencia de un Dios Santo. Es completamente imposible que cualquiera de nosotros tome una posición que sea neutral. Enfrentados con el reto de Dios, algunos se ponen tibios, algunos se ponen bien con Dios, algunos se acercan mas a Jesús, algunos se arrepienten y se humillan a si mismos. Pero otros se apartan porque el lugar por donde tienen que pasar es demasiado difícil para ellos.

En el nombre del cielo, le llamo a que tome su decisión pronto, porque los días son cortos. No se siente bajo el ministerio de la Palabra a titubear con Dios y a jugar con la santidad del Nuevo Testamento. La Iglesia del Señor Jesucristo no es el lugar para usted si usted no es ferviente. Tenemos un trabajo muy grande que hacer, un reto muy grande que enfrentar, demasiado pronto el Señor estará aquí. Recuerde que a Gedeón le fue mejor con trescientos que con treinta mil hombres. En el nombre de Jesús, le llamo, mi amado cristiano mundano, mi amado varón que no esta bien con Dios, que vaya a la cruz y se ponga bien con Dios.

No hay alternativa. El hombre no puede ser neutral—es vida o muerte. En esta escena del Monte Gerizim y el Monte Ebal yo veo una visión profética del día cuando Jesús venga, y a Su alrededor se reunirán todas las naciones, y Él separará la una de la otra como el pastor separa a las ovejas y las cabras. Uno escoge la vida o la muerte, la bendición o la maldición. En el nombre de mi Señor Jesús, “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros,  que os he puesto delante la vida y la muerte,  la bendición y la maldición;  escoge,  pues,  la vida,  para que vivas” (Deuteronomio 30:19).

Vida  Cristiana Victoriosa: Estudios en el Libro de Josué 
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